Comentario
Si fue una decisión política la que llevo emperador Yongle a trasladar la capital de Nanjing a Beijing, en 1421, ésta fue posible gracias a la restauración del Gran Canal, realizada entre 1411 y 1415, que posibilitó el transporte de mercancías desde el productivo sur al nuevo centro político y administrativo. Sin duda, la posición de Beijing, la nueva capital, tenía un carácter estratégico frente al peligro de nuevas invasiones procedentes del norte, pero también tuvo un carácter simbólico al asentarse sobre la capital de los mogoles.
El emperador Yongle, partiendo de la ordenación urbanística iniciada con los mogoles, quiso hacer de Beijing (la capital del norte) una ciudad representativa, de acuerdo a la grandeza de la dinastía.
Como todas las capitales antiguas de China, fue concebida como habitáculo del Hijo del Cielo, reproduciendo en el plano de la ciudad el orden celestial.
Urbanísticamente se define por su forma cuadrada y su exacta orientación en el espacio. Es símbolo de la armonía cósmica que debe unir el Cielo y la Tierra, organizada en función de un eje norte-sur, donde se encontraban las construcciones de mayor relevancia, y un eje este-oeste. En su confluencia se situaba la Ciudad Prohibida, defendida por una triple muralla que marcaba la supremacía absoluta del soberano. Junto al Palacio Imperial se construyeron una serie de edificios permanentes en todas las capitales chinas: el Templo del Cielo, lugar para rogar cada primavera por las buenas cosechas, y la Torre del Tambor y la de la Campana, que abrían y cerraban las murallas cada amanecer y atardecer.
Las viviendas se agrupaban constituyendo un fang, similar a una manzana pero que comporta también un entramado urbanístico en su interior. El conjunto de fang formaba la ciudad y, en el centro de este conjunto, se encontraba el Palacio Imperial.
El Palacio fue construido de 1407 a 1420 e ideado como una ciudad en sí misma, donde se pudieran ejercer todas las funciones propias de la corte: ceremonial, administrativa y privada. Cada una de ellas se desarrollaría en espacios no comunicados entre sí y claramente diferenciados. El plano de la Ciudad Imperial se articuló a base de módulos de tres unidades, creando diversos palacios públicos y privados, orientados en un eje norte-sur, que sirvieran para dar cobijo a una corte numerosa y altamente jerarquizada. El número tres hace referencia a la unión de las energías yang procedentes del cielo y ying procedentes de la tierra, unión necesaria para conseguir la mutación de los seres y las cosas.
Todos los edificios de carácter ceremonial o público se alineaban en el eje central, estando su fachada principal orientada hacia la puerta sur de la muralla de la ciudad. La tradición china ordenaba que los edificios de nueva planta se construyeran siguiendo los principios geománticos o feng-shui (viento y agua). Ello implicaba que, además de elegir un terreno propicio respecto a las corrientes aéreas y subterráneas, los edificios estuvieran orientados hacia el sur, zona de influencias positivas, cubriéndose la fachada norte con un muro o una pequeña elevación de terreno.
Así, se accedía al Palacio Imperial por su lado sur, tras franquear diferentes puertas de las murallas interiores. Una vez dentro, un gran espacio abierto, destinado para las grandes audiencias, precedía a la zona ceremonial, compuesta por tres palacios donde el emperador se preparaba para las ceremonias, recibía embajadas... Rodeando estos tres palacios, una serie de edificaciones de menor tamaño se destinaban a usos administrativos o relacionados con las ceremonias y rituales.
Tras este primer módulo de tres palacios se accedía, tras atravesar un recinto amurallado, a las zonas privadas del palacio, donde el emperador y su familia vivían en casas en torno a patios y jardines. Asimismo templos y altares se situaban en el interior de la ciudad, en su lado sur-este para satisfacer las necesidades de culto de sus habitantes.
El emperador no salía nunca de su palacio, salvo cada primavera, cuando debía ir a rogar por las buenas cosechas al Templo del Cielo, situado extramuros de la Ciudad Prohibida.
Para la construcción de palacios, viviendas y templos en el interior de la Ciudad Imperial se eligieron materiales nobles, tales como la madera, el mármol, la piedra y la cerámica vidriada, siguiendo el sistema constructivo tradicional de la arquitectura china.
El modelo base fue el dian rectangular o cuadrado, con un sólo nivel, que se multiplica según la categoría del lugar y el grado de nobleza de sus moradores. La planta cuadrada hacía referencia a la tierra, al hombre, en contraposición a la planta circular relacionada con el cielo, que se utilizó en Beijing en el Templo del Cielo.
El sistema de construcción creaba un vacío entre la techumbre y el muro. Las techumbres, realizadas con tejas de cerámica, no descansaban sobre el muro, sino que su peso lo soportaba un entramado de vigas de sección cuadrangular en el que sobresalían los pilares como soporte del cruce de las ménsulas. Todo ello se realizaba en madera, sin utilizar ningún elemento de sujeción. Esta estructura se denomina Dougong; gong son los brazos de madera dispuestos en capas y dou el bloque de madera que se intercala entre dos gong.
Todas las edificaciones de la Ciudad Imperial estaban cubiertas con cerámica barnizada en color amarillo-ocre, símbolo del emperador. Su terminación se elevaba ligeramente, y sobre ella una serie de figuras remataban la decoración de las techumbres. Estas figuras, de tamaño pequeño (30-50 cm), representaban personajes y animales ligados con el mundo fantástico y asociados a antiguas leyendas.
El conjunto no podía haber sido más grandioso, aun cuando el brillo no procedía del oro, sino de un simple barniz, que unificaba cromáticamente todos los edificios y armonizaba magistralmente los más de 720.000 m2 y las 9.999 habitaciones.
La Ciudad Imperial ha sufrido, desde su construcción, incendios, destrucciones, pillajes..., aunque ha sido reconstruida en diferentes ocasiones, manteniendo siempre el plano original. En ella han vivido más de veinticuatro emperadores de las dinastías Ming y Qing, siendo abandonada tras la expulsión del último emperador en 1924.
En los planos urbanísticos de Beijing, aprobados por Yongle, no sólo se contemplaba la edificación de su conjunto palaciego, sino también las construcciones de carácter religioso necesarias para mantener los ritos. De entre todos destaca, por su importancia arquitectónica y simbología, el Templo del Cielo. Para su ubicación se eligió un lugar en el sur de la ciudad propicio para la celebración de las ofrendas, según indicaron los geománticos y adivinos de la corte. El conjunto de edificios del Templo del Cielo, Altar del Cielo, Templo para la oración de las Buenas Cosechas y la Bóveda Celeste, simbolizan la transposición espacial de un concepto de la organización del mundo a la vez cósmica y política, sobre la que se apoya la legitimidad imperial.
El Templo del Cielo comporta tres unidades arquitectónicamente independientes separadas por recintos amurallados. En ellas se continuó con la tradición de módulos de tres, adaptados a las necesidades del culto. Su entrada, igual que en la Ciudad Imperial, se realizaba por el sur; tras franquear la primera muralla se accedía al Altar, rodeado de cuatro puertas triunfantes o Pai Lou, dirigidas a los cuatro puntos cardinales. El altar es una plataforma al aire libre, realizada en mármol, dividida en secciones concéntricas, en cuyo centro se situaba el trono del Hijo del Cielo, única persona con poderes para dirigirse al cielo y la tierra, con el fin de efectuar las ofrendas.
Siguiendo el recorrido ceremonial, se accede a la Bóveda Celeste, rodeada por una muralla circular. En este templo el emperador veneraba la tableta del cielo y de sus antepasados. Una gran avenida conducía de la Bóveda Celeste al Templo para la oración por las Buenas Cosechas, siendo éste el mayor templo del conjunto. Como los otros dos, éste es de planta circular haciendo alusión al cielo, mientras que en la Ciudad Imperial todos los palacios son de planta cuadrada como corresponde a la tierra. El sistema constructivo y los materiales utilizados fueron los mismos que en la Ciudad Imperial, variando únicamente el color de las techumbres. Si al emperador le correspondía el amarillo, al cielo el azul, siendo éste el color en el que están barnizadas todas las tejas de los edificios del Templo del Cielo. En su interior, veintiocho columnas hacían alusión a las divisiones del tiempo. Las cuatro centrales a las estaciones del año, las doce interiores a los meses y las doce exteriores a las divisiones del día.
El Templo del Cielo sufrió también diversas destrucciones; fue reconstruido por el emperador Qienlong (1736-95) y posteriormente, en 1896, tras un incendio.
Al margen de estos dos conjuntos, la Ciudad Imperial y el Templo del Cielo, Beijing tuvo intervenciones urbanísticas importantes destinadas a servir de moradas para el espíritu de los emperadores. En efecto, los emperadores de la dinastía Ming, lejos de innovar las costumbres funerarias ancestrales, quisieron continuar y emular la tradición de las dinastías Tang y Song. Hongwu, primer emperador Ming, mandó construir en las afueras de Nanjing, su capital, un mausoleo cuyo diseño urbanístico sirvió de modelo a los construidos por sus sucesores en las cercanías de Beijing, la nueva capital del imperio.
El túmulo funerario fue ideado siguiendo la arquitectura áulica; dividido en dos partes, la primera de ellas consistía en una sucesión de patios, rodeados de murallas rectangulares, lugar destinado a la realización de ritos, mientras que la segunda parte lo constituía un túmulo bajo una colina artificial, rodeado de una muralla, en este caso, circular. Tanto en la tumba de Nanjing, como en las trece tumbas de sus sucesores, en las cercanías de Beijing, sorprenden los conjuntos escultóricos que anteceden al mausoleo, tanto por ser uno de los pocos ejemplos de estatuaria de esta dinastía como por su fuerte simbología.
Elegidos los emplazamientos siguiendo los principios geománticos favorables al eterno descanso de sus moradores, inicia el recorrido del cortejo fúnebre una puerta ceremonial, pai-lou, seguida de la Gran Puerta Roja, Dahongmen, cuyo arco central estaba reservado a la entrada del féretro imperial. Franqueada esta puerta, todos los presentes, incluido el nuevo emperador, debían descender de sus monturas y continuar el camino a pie. El Pabellón de la Estela daba la bienvenida al cortejo, albergando una inmensa estela en piedra sobre una tortuga, animal simbólico de la inmortalidad e imagen del mundo. A continuación, el Camino de los Espíritus señala mediante veinticuatro estatuas de animales y doce humanas, todas ellas en piedra, la visión simbólica de la corte china. Alineados en pares, aparecen primero sentados y seguidamente de pie, los siguientes animales reales o legendarios: leones, xiechi, camellos, elefantes, qilin y caballos.
Los leones son guardianes y símbolo del budismo; los xiechi o unicornios constituyen el símbolo de la justicia; la fuerza, la sagacidad y la prudencia se asocian al elefante, mientras que el qilin o quimera forma parte, junto con el dragón, el fénix y la tortuga, de los Cuatro animales inteligentes; por último, el caballo simboliza la velocidad y la perseverancia. A los animales les siguen doce estatuas humanas representando a cuatro soldados, cuatro funcionarios civiles y cuatro consejeros imperiales, sin ninguna pretensión de retrato personalizado, representando exclusivamente su función.
Tras el Camino de los Espíritus, una muralla rodea el recinto de pabellones y el túmulo funerario, que se traspasa por una puerta de tres arcos, con el fin de evitar las malas corrientes, denominada la Puerta del Dragón y del Fénix (Longfengmen).
Los trece túmulos comparten el mismo Camino de los Espíritus, que desemboca en la tumba del emperador Yongle.